El otro día fui a Granada, entré en una pescadería y encontré caracoles pequeñitos que son difíciles de encontrar aquí, normalmente encuentras caracoles gorditos o cabrillas. Como a toda la familia le gusta mucho compré unos poquitos y a continuación ponemos la receta, cosa bastante curiosa..
Empezamos lavándolos dos o tres veces con agua y vinagre para que suelten todas las babas y suciedad.
A continuación viene la fase cruel: hay que matarlos procurando que el bicho quede fuera. Para eso se ponen con agua a hervir a fuego lento para que salgan fuera los caracoles y cuando ves que casi todos están fuera subes el fuego al máximo para "ahorcarlos".
Pero existe una manera tradicional y ecológica de hacerlo: los pones en un barreño con un plástico encima y los pones al sol (hay que asegurar el plástico si no los caracoles se escaparán.
De esta manera, los caracoles van saliendo de su casita por el calor y acaban muriendo casi todos.
Quedan así: todo el bichito fuera y casi transparentes.
A continuación le damos un hervor, tiramos el agua y volvemos a enjuagarlos con agua. Y ya están listos para cocinarlos.
Los colocamos en un olla con agua, añadimos sal, una punta de jamón, una pastilla de caldo de carne, un tomate entero, cebolla, laurel y lo esencial, especias para caracoles ( prefiero las que no tienen bolitas porque acaban picando mucho), y lo más importante, una ramita de hierbabuena.
Se deja hervir unos 20 minutos y ya están listos para comer.
Se sirven bien calentitos.
Espero que os haya gustado esta entrada, más por curiosidad, que por la receta, tienen mucha elaboración al tener que limpiar muy bien los caracoles y es difícil de conseguir que la mayoría queden fuera
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